"...Amilamia riendo con placer cuando yo la levantaba del talle y la hacía girar sobre mi cabeza y ella parecía descubrir otra perspectiva del mundo en ese vuelo lento. Amilamia dándome la espalda y despidiéndose con el brazo en alto y los dedos alborotados. Y Amilamia en las mil posturas que adoptaba alrededor de mi banca: colgada de cabeza, con las piernas al aire y los calzones abombados; sentada sobre la grava, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en el mentón; recostada sobre el pasto, exhibiendo el ombligo al sol; tejiendo ramas de los árboles, dibujando animales en el lodo con una vara, lamiendo los barrotes de la banca, escondida bajo el asiento, quebrando sin hablar las cortezas sueltas de los troncos añosos, mirando fijamente el horizonte más allá de la colina, canturreando con los ojos cerrados, imitando las voces de pájaros, perros, gatos, gallinas, caballos."
se que es horrible el cuento
pero deseo sentirme así un momento
no me pasa desde hace mucho
18 de octubre de 2007
8 de octubre de 2007
me duele y el sueño coteja todo
Toso
Toso
Las ondas se alejan
Paulatinamente el miedo vuele
Es imposible las ondas y la conexión con mi cuerpo
Ya no es algo obviable
Todo está junto
Es imposible seguir sintiendo los latidos propios sin hacerse la pregunta
Mañana
Sin dudas
Vendrá la alegría
Y lo simple que es eso
Te deja en la duda
El miedo no se va a ir
Por palabras
Ni abrazos
La situación es distante y temida
Y el refugio
No es eterno
gonzalo millán
Hago señas y signos pasajeros En aquel mismo árbol fui a buscar
otro verano, el corazón ése, mal grabado
sobre una playa de corteza tersa
con la hoja viva y rota de un cuchillo.
La crecida del invierno y de la savia
había arrastrado nuestras letras,
flechas y dibujos infantiles,
hasta perderlos en el laberinto para siempre
tragados por el remolino de las ramas.
otro verano, el corazón ése, mal grabado
sobre una playa de corteza tersa
con la hoja viva y rota de un cuchillo.
La crecida del invierno y de la savia
había arrastrado nuestras letras,
flechas y dibujos infantiles,
hasta perderlos en el laberinto para siempre
tragados por el remolino de las ramas.
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