corríamos por cerros aquinterados
tirando piedras
el olor de la tierra
subsanaba nuestras heridas en la rocas
piqueros a la orilla del mar
que en vez de adiestrarnos
abrazaba nuestras inquetudes
se adaptaba a nuestros cuerpos en eterno movimiento
futuro brillante
mentiras sin conocer
separábamos nuestros pies llenos de tierra
para escalar murallas que de inmensas lo tenían todo
vuelve a ese momento
el faro diestro iluminaba mi camino
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