cuando duele
costado izquierdo cerca de la llamada alma
sin destino
un bucle
redirige al mismo lugar siempre
un agujero
sientes las articulaciones
el dolor en la espalda empeora
mientras empeoran tus acciones
te arrepientes golpeas con una piedra el pecho
ya cuadrado
resuena
infinito
redundante
logras libertad menos 10
caíste en los índices
en las mentiras
sacaste del closet la foto
la colgaste
usaste la cuerda del lado
25 de mayo de 2010
24 de mayo de 2010
gritó
el tener la duda constante
no impide ocupar
el pedazo de tierra que realizo los cambios
situó
vendió
colocó
perdió
eventualmente viajó
dejando atrás deseos pasados
avanzó
dibujó
mintió
siguió sólo
acompañado
y de nuevo sólo
para descubrir
que el encierro
era inminente
GRITO
no hay escape
no hay vicio
GRITO
los lados del cubo se aprietan transparentes
no hay donde viajar
la cantidad de pasos no ve geografía
no hay escape
no hay vicio
no impide ocupar
el pedazo de tierra que realizo los cambios
situó
vendió
colocó
perdió
eventualmente viajó
dejando atrás deseos pasados
avanzó
dibujó
mintió
siguió sólo
acompañado
y de nuevo sólo
para descubrir
que el encierro
era inminente
GRITO
no hay escape
no hay vicio
GRITO
los lados del cubo se aprietan transparentes
no hay donde viajar
la cantidad de pasos no ve geografía
no hay escape
no hay vicio
17 de mayo de 2010
vendo
personalizo
banda de tiempo emergente
sillas
caídas
levántame
los dedos suben como
pequeñas ramas que atrapan la cabeza de quienes migran
migro
de conocimiento finito
a conocimiento finito por tres
no cambia
la manera de realizar el texto
los dedos siguen creciendo
pero se anidaron en una sola tecla
la l para siempre sostenida
do do do
sostenido
banda de tiempo emergente
sillas
caídas
levántame
los dedos suben como
pequeñas ramas que atrapan la cabeza de quienes migran
migro
de conocimiento finito
a conocimiento finito por tres
no cambia
la manera de realizar el texto
los dedos siguen creciendo
pero se anidaron en una sola tecla
la l para siempre sostenida
do do do
sostenido
Vienen
Visitas
Bajo la mesa de roble del comedor. Escondida.
reniego de relaciones sociales establecidas
ellos no saben hablar
prefiero, en cualquier circunstancia
la mesa de la pieza
donde me escondo con amiguitos pequeños
fundidos, peludos
más vivos y comunicantes
Bajo la mesa de roble del comedor. Escondida.
reniego de relaciones sociales establecidas
ellos no saben hablar
prefiero, en cualquier circunstancia
la mesa de la pieza
donde me escondo con amiguitos pequeños
fundidos, peludos
más vivos y comunicantes
15 de mayo de 2010
En la pieza
La habilidad para comunicar, para expresar emociones, significaban para ella lo mismo que la habilidad de volar. Experiencia nula, casi una utopía o sueño mascado por años cual tabaco viejo, en su mente mil veces analizado, cada paso y palabra, cada movimiento, cada respuesta. Por último nunca puesto en práctica. El closet, zapatos y muchas cajas y un agujero escondido tras ellas, perfectamente amoldable a su cuerpo, el silencio que dan las puertas correderas, la oscuridad, el olor del tiempo detenido. Las pequeñas flores pintadas con tempera en los momentos más inusuales que llevaron a abarcar toda la orilla del librero, el stress, los gritos, se pintaban en verde, luego el rojo cuando la violencia alcanzaba su punto más álgido, pintaba los pequeños pétalos, cinco de ellos por flor, ni más ni menos y alguno que caía para desestabilizar, para doler en la garganta, para perturbar la decisión inconciente del silencio, y convertirla en movimiento que entrega muerte. El mejor amigo, el pestillo, la puerta, la música en idiomas desconocidos que no entrega significancia, dale forma, con música a tus pensamientos que devienen y van y no salen nunca fuera de tus dominios. Agrado, dormir al lado de la ventana bajo el sol sentir el ardor en la piel mientras una leve brisa te salva, el visillo que se mueve en soledad, el olor de la nada, el sonido de las campanitas que se mueven a veces sin que las roces. La gata que camina, gris de pelo largo, se duerme sobre tu libro, por los lados las letras saltan para formar nuevos lugares, escaleras circulares hasta la mente, se deshacen cuando se siente toc toc en la puerta. Y aparece la madre, habla, peina, sonríe tristemente, se va. Ella sigue imaginando. Se sube a un banco, mira la parte de arriba del closet, miles de cajas escondidas, de papas fritas, 1, 2, 10.000, alineadas sonríe. Encuentra fotografías, gente que habla, siguen hablando en su mente. En una esquina el tacto de la alfombra, de noche, hace diferencia, se notan más las manchas que han dejado los golpes. El cuerpo en la alfombra, el cuerpo dormido en la alfombra, no interesa, no hay elección más que seguir ahí adentro, no hay salida, no hay cables conectores. El mundo tiene los cms. que conoces, la expansión del mundo es un concepto desconocido para ella, sus centímetros estaban creciendo por dentro, en un lugar que aunque no tiene posibilidades de conquista, pero si las tiene de reinado, de universo propio, de verdad. Si su mente cerrada permite que entren imágenes debe haber alguna salida, más ella atrapada, pájaro intenso, se termina quemando cual fénix que no revive. No revive en memorias, no revive en canciones, no es más que ausencia, incluso en los lugares de aquellos que intentaron amarla.
14 de mayo de 2010
La niña
La niña descansaba pared en el pecho rostro helado, iba cambiando cuando el muro helado alcanzaba la temperatura de su cuerpo. En los pies, las baldosas tipo ajedrez se revelaban una a una como peligro de perder el juego. Una negra dos blancas, sin pisar las líneas, una negra dos blancas y en las esquinas tres negras, o si se aburría hacer la L que hace el caballo, convertirse en alfil o en torre, o en la reina de significado libertad. Y luego estirarse en ellas y sentir el frío inacabable a través de su vestido blanco y rojo, amarrado con pequeñas cintas y rosas que, un poco largas dejaban, muy a menudo descubierto el hombro blanco, helado también frágil, como las mejillas rosadas congeladas casi como quemadas por el hielo.
Afuera del pasillo el sol, el pavimento ardiente mostraba lagunas imaginarias, la cancha de basketball marcada, viejas tizas, las bancas que mostraban su viejo color verde bajo el desteñido azul, corroído por las lluvias.
La niña esperaba mirando a través de las ventanas carmelitas, góticas en su mayoría, en silencio sepulcral el pasillo, sólo ciertos sonidos de pasos indiferentes, extraños, lejanos que seguramente no tomaban en cuenta la gracia escondida de tablero tamaño gigante, del suelo que raspaban los tacones. Múltiples pinturas tipo gigantografías, se mostraban cual galería, de distintos santos con expresión dolorida o cálida, pero siempre con niños alrededor o pequeños querubines de sexo indiferente. La niña las miraba detalle a detalle imaginando la historia que llevaba a tal hecho. La verdad es que sabía desde que entró a ese reciento las historias de estos santos, pero prefería imaginarlo, pararse en la barandilla de las ventanas para mirar de frente al cuadro y pensar en su destino trágico, su muerte dolorosa cuadro a cuadro, su impacto al saber que su inspiración en la santidad no tenía fundamento. No es que la niña creyera realmente eso, pero mientras más trágico el destino del protagonista, más línea argumental a desarrollar, y ese era su juego favorito, situar a otros en situaciones inverosímiles y sacarlos de ahí, ya sea en el triunfo, ya sea en la derrota, ya sea en la amargura o en la muerte.
La niña se cuidaba de contar esto a los mayores, sabía que había algo misterioso y oscuro en sus pensamientos, pero aún no lograba encontrar el porqué. Amaba por lo mismo los lugares solitarios, oscuros y con muchas figuras religiosas. En la pequeña capilla podía dejarse llevar, e incluso a veces se tendía sobre la alfombra roja que estaba alrededor del altar, en la que probablemente tenía algún hueso de santo, para que así el altar valiera la pena como tal. Eso la intrigaba ¿cuál era su historia?, ¿cómo era posible que, en nombre de la fe se desmembrara un cuerpo sagrado en pequeñas reliquias vendedoras de salvación? Los mayores tenían problemas, si yo fuera el santo y creyera en la salvación eterna querría , para el día del juicio final, tener muy pero muy juntitos mis huesos y así despertar sin problemas y no tener que ir en viaje intercontinental a buscar lo que fue tan mío algún día, pensaba la niña. Las ventanas de la capilla daban a un jardín donde los rosales eran enormes y las imágenes religiosas que se erigían en piedra blanca, eran tocadas con gentileza por los rayos de sol a través de las parras. La niña se sentía en un mundo mágico, no así cuando el sacerdote estaba ahí con sus comensales, esa voz que condenaba pecados y aleccionaba no podía ser tan amable, algo había oculto, la niña era muy perspicaz y notaba esto y mucho más.
Pero por ahora el colegio parecía pertenecerle, los padres en reunión y ella sola esperando, corría mientras la brisa que producía su propio movimiento levantaba el vuelo y mostraba poco a poco el nacimiento de los muslos, cualidades femeninas que ella no reconocía, por lo mismo no tenía el decoro de guardar. Como sucedía con sus amigas siempre jugando colgándose de los aros de la escuela sin fijarse en lo peligroso de la acción hasta que un adulto precavido explicaba, que había que comportarse como “señorita”. El concepto en si no lo comprendía sólo sabía que involucraba la incomodidad y el poco movimiento, mientras menos te mueves más señorita eres, ese era el precepto, y ella lo seguía a cabalidad en tanto sus padres la miraran. Y seguía con precisión el no comentar sus sueños y pequeñas narraciones, ni con adultos ni con niños. Aprendió con los años que los niños son crueles, lo diferente o leo extraño los asusta y así siempre era cuando contaba algún secreto, las burlas sobrevenían siempre. Y a pesar que no le gustaba el rosa o las barbies prefería decir que disfrutaba de jugar a la familia feliz, pues era mucho más complicado reconocer a sus amigas que prefería mirar por centésima vez el libro en que salía la leyenda del pez dorado, y que para llegar a la página correcta tenía que mirar la narración que tanto la atemorizaba de la página anterior, aquella en el dragón que separaba a los amantes, con la muerte y la sangre.
Eso sí que era complicado, por lo mismo comenzó por fingir un poquito y cuando se dio cuenta ya no podía ser ella misma sino completamente en soledad, entonces comenzó a preferirla. Por lo mismo siguió caminando hasta el comedor vacío donde antes había tanto movimiento y color, que ahora era perfecto para seguir jugando, mirar como las mesas se transforman en enormes barcas y las sillas en salvavidas o remos, como la líder de la expedición vikinga siempre sería ella y como el viento no podía impedir que llevara vestido con orgullo, porque no hay nada más cómodo que una falda o un vestido, con casco y cachos, y un hacha por supuesto.
Luego siguió caminando hasta el gimnasio, las altas barras que siempre la superaron, la colchoneta enorme, la barra de equilibrio ya no se veían tan amenazadoras, eran objetos gentiles, sin la presencia de la masa dominante de niñas bien equipadas y dotadas en lo deportivo. Así opinó que lo mejor era jugar un rato y seguir de largo, no le incomodaba, en cualquier caso, sacar sus zapatillas y calcetines blancos con volados para así sentir la madera, flexible especialmente hecha para correr y saltar, para golpearse una y otra vez y no sentir lo duro que es el piso.
Al salir al pasillo a niña recordó un acontecimiento acaecido hace pocos meses en el lugar. Había un juego que ella soñaba con jugar, pero nunca se atrevía, "el caballito de bronce", nombre particular que nunca comprendió: trataba de algunas niñas que agachadas y tomadas en firme unión con la que iba frente a ella, recibían sobre sus espaldas a otras niñas que saltaban como si estuvieran en un caballete; ella como siempre disfrutaba mirando el juego, pero temía hacer el ridículo si se unía por su poca fuerza física y vigor y se abstenía de hacer cualquier cosa, por lo mismo en ese momento se instalaba en la ventana, y sonreía tranquila al ver las risas y comentarios de sus compañeras, cuando una de ellas decidió lanzase con todo, gran fuerza en la ejecución, perfecto salto, pero la coordinación de las otras no pareció tan perfecta, el equilibrio se perdió y la cadena se desplomó con fuerza, dejando la mano de la ejecutante en la el vidrio recién reventado por el codo de otra. La multitud palideció, los gritos alocados llenaron el lugar, el llanto, la mano atravesada por el cristal, la sangre, lo adultos que corrían. Y la niña, que no tenía miedo, que más allá del miedo miraba interesada más que nunca, el asunto era interesante, incluso divertido, pero se cuidó de no revelar estas palabras. Se cuidó de no reír, se cuidó de preguntar porque corrían y no se ocupaban de arreglar el asunto, o no se ocupaba de ver lo hermoso que era el cristal roto en vez del completo.
La compañera ahora estaba bien aunque con reposo de la mano por un tiempo, todas se turnaban para escribir en su cuaderno, incluso ella, y así el incidente había terminado. Dejando un tembloroso sentimiento en su corazón… un sentimiento sólo eso.
Siguió caminando hasta el camarín, lugar alejado y silencioso que solía estar bajo llave, pero esta vez no era así, abrió poco a poco la reja corrediza subiendo los peldaños lentamente como temiendo encontrarse con un ser misterioso, pero no había nada. Solo el olor a cloro y detergente de fin de semana cuando no se encontraba el bullicio habitual, la mallas azules dejadas al olvido, los bolsos abiertos con confianza de que al volver se podía mirar y encontrar todo en su lugar, los secretos de las mayores con los jóvenes del colegio masculino e incluso las pequeñas cartas, que algunas no querían las demás vieran, mientras las dejaban con cuidado en las mochilas de sus compañeras, que sin temor al prejuicio y sin saber que esto era pecado verdadero, se escondían unos minutos atrasándose para la siguiente clase, en una de la duchas correderas, tomadas de las manos e incluso de algo más.
Pero todo esto le era casi ajeno, ella imaginaba y unía los puntos en la historia pero jamás era la protagonista más que en su imaginación, no más que en este día, parecía tan quieto y angustioso, ese día la bondad de la luz no la alcanzaba, misteriosamente.
Mirando la pared posterior del camarín vio por primera vez una pequeña puerta entreabierta desde la cual los colores anaranjados de sus pasillos parecían relucir por el sol. Poco a poco la niña se atrevió a acercarse, lentamente y abrirla completamente, las columnas de estilo carmelita parecían llevar a la parte prohibida para ellas, el convento que existía en un lado. Impactada por la cálida sensación del lugar, la niña decidió sentarse y meditar, pero el cansancio del juego hizo que sus ojos lentamente se cerraran, y el sol le dio manto ideal y luego de unos minutos de infructuosas cavilaciones su mente se alejó para caer en sueño profundo.
Minutos pasaron, horas pasaron mientras la niña sentía el calor de la tarde, pero pronto los rayos que caían graciosamente sobre sus hombros desaparecieron dejando a l ocaso en su lugar, y adivinando el frio, la niña abrió sus ojos para encontrarse con una película azul, que lo llenaba todo. Desesperada busco la puerta de salida más ya estaba cerrada con llave, se preguntó levemente quien podría haberla cerrado sin despertarla, pero en el momento una escalera en forma de caracol ascendía en dirección al techo. Y a una salida probable.
La niña sintió que un escalofrió recorría su espalda, la confianza y seguridad que sentía en la soledad se fue apagando y dio paso al caos y al temor, decidió correr escalera arriba, a pesar de los golpes fuertes que sintió en algún lugar y llegando hasta el tope de la escalera, vio una puerta entreabierta y salió a techo de la escuela, estrellas por montones, el cinturón de Orión, o las tres Marías como su nombre, la calidez conocida de las noches de verano, y un poco de brisa, por eso hubiese deseado llevar con ella un chaleco. Desde ahí la visión del patio, la luces de las salas, a lo lejos las puertas conocidas, y al fin y al cabo las caras de sus padres dentro de la sala saliendo de reunión. El alivio la embargó, desde ahí podría gritarles que la ayudaran, que se encontraba sin salida, y su madre la retaría un poco antes de darle un beso y enviarla a dormir segura y caliente en su casa.
Pero en ese momento descubrió con el rabillo del ojo una sombra abajo acostada, recostada en una banca, una figura humana, la figura de una niña, algo en ella la molestaba, no parecía llevar nada sobre ella, parecía estar desnuda, con seguridad estaba desnuda. El extraño caso le llamó la atención acercándose por la cornisa hasta el lugar poco a poco con miedo y ansiedad, la niña de la banca no se movía, y es más el color de su piel era cada vez más rojo … la verdad es que el color no era de la piel, sino la falta de esta, en cada centímetro del cuerpo de la segunda niña. La falta completa de piel, un cuerpo convertido en músculo y sangre.
Palideciendo la niña no supo que hacer ni que pensar, se dedicó a tratar de no respirar de no hacer movimiento alguno como si eso detuviera el tiempo para pensar, para anular, para omitir, o devolverlo. Cuando por fin comprendió el miedo real sus piernas sin fuerza temblaban así como sus manos y su boca, en una visión sin consuelo, un final desgarrador y trágico, el horror visto en vivo y en directo. Y luego el ruido. Y luego el sudor.
Caminando hacia ella una sombra, que cada vez era más clara, entonces el hombre y luego el negro.
Silencio, la niña pide silencio para despertar, la niña se lanza del tejado, la niña se eleva.
-¡Despierta!
Pesadilla recurrente, humedad y falta de respiración, miro la cama mojada por el sudor, y pienso en la niña, definitivamente después de la primera vez, ya no hay manera de volver atrás.
El reencuentro con el horror tuvo lugar muchas veces más que ésta, pero ella la más significativa, pues al otro día al volver a la escuela la niña de la banca, ahora en su piel y con normalidad sentada y callada era abrazada por la multitud de compañeras, mientras se le informaba con dificultad que su padre había muerto, pues para una pequeña la muerte era un concepto inimaginable. Es decir, para todas las niñas lo era menos para aquella en el vestido blanco y rojo con las mejillas ardientes.
Afuera del pasillo el sol, el pavimento ardiente mostraba lagunas imaginarias, la cancha de basketball marcada, viejas tizas, las bancas que mostraban su viejo color verde bajo el desteñido azul, corroído por las lluvias.
La niña esperaba mirando a través de las ventanas carmelitas, góticas en su mayoría, en silencio sepulcral el pasillo, sólo ciertos sonidos de pasos indiferentes, extraños, lejanos que seguramente no tomaban en cuenta la gracia escondida de tablero tamaño gigante, del suelo que raspaban los tacones. Múltiples pinturas tipo gigantografías, se mostraban cual galería, de distintos santos con expresión dolorida o cálida, pero siempre con niños alrededor o pequeños querubines de sexo indiferente. La niña las miraba detalle a detalle imaginando la historia que llevaba a tal hecho. La verdad es que sabía desde que entró a ese reciento las historias de estos santos, pero prefería imaginarlo, pararse en la barandilla de las ventanas para mirar de frente al cuadro y pensar en su destino trágico, su muerte dolorosa cuadro a cuadro, su impacto al saber que su inspiración en la santidad no tenía fundamento. No es que la niña creyera realmente eso, pero mientras más trágico el destino del protagonista, más línea argumental a desarrollar, y ese era su juego favorito, situar a otros en situaciones inverosímiles y sacarlos de ahí, ya sea en el triunfo, ya sea en la derrota, ya sea en la amargura o en la muerte.
La niña se cuidaba de contar esto a los mayores, sabía que había algo misterioso y oscuro en sus pensamientos, pero aún no lograba encontrar el porqué. Amaba por lo mismo los lugares solitarios, oscuros y con muchas figuras religiosas. En la pequeña capilla podía dejarse llevar, e incluso a veces se tendía sobre la alfombra roja que estaba alrededor del altar, en la que probablemente tenía algún hueso de santo, para que así el altar valiera la pena como tal. Eso la intrigaba ¿cuál era su historia?, ¿cómo era posible que, en nombre de la fe se desmembrara un cuerpo sagrado en pequeñas reliquias vendedoras de salvación? Los mayores tenían problemas, si yo fuera el santo y creyera en la salvación eterna querría , para el día del juicio final, tener muy pero muy juntitos mis huesos y así despertar sin problemas y no tener que ir en viaje intercontinental a buscar lo que fue tan mío algún día, pensaba la niña. Las ventanas de la capilla daban a un jardín donde los rosales eran enormes y las imágenes religiosas que se erigían en piedra blanca, eran tocadas con gentileza por los rayos de sol a través de las parras. La niña se sentía en un mundo mágico, no así cuando el sacerdote estaba ahí con sus comensales, esa voz que condenaba pecados y aleccionaba no podía ser tan amable, algo había oculto, la niña era muy perspicaz y notaba esto y mucho más.
Pero por ahora el colegio parecía pertenecerle, los padres en reunión y ella sola esperando, corría mientras la brisa que producía su propio movimiento levantaba el vuelo y mostraba poco a poco el nacimiento de los muslos, cualidades femeninas que ella no reconocía, por lo mismo no tenía el decoro de guardar. Como sucedía con sus amigas siempre jugando colgándose de los aros de la escuela sin fijarse en lo peligroso de la acción hasta que un adulto precavido explicaba, que había que comportarse como “señorita”. El concepto en si no lo comprendía sólo sabía que involucraba la incomodidad y el poco movimiento, mientras menos te mueves más señorita eres, ese era el precepto, y ella lo seguía a cabalidad en tanto sus padres la miraran. Y seguía con precisión el no comentar sus sueños y pequeñas narraciones, ni con adultos ni con niños. Aprendió con los años que los niños son crueles, lo diferente o leo extraño los asusta y así siempre era cuando contaba algún secreto, las burlas sobrevenían siempre. Y a pesar que no le gustaba el rosa o las barbies prefería decir que disfrutaba de jugar a la familia feliz, pues era mucho más complicado reconocer a sus amigas que prefería mirar por centésima vez el libro en que salía la leyenda del pez dorado, y que para llegar a la página correcta tenía que mirar la narración que tanto la atemorizaba de la página anterior, aquella en el dragón que separaba a los amantes, con la muerte y la sangre.
Eso sí que era complicado, por lo mismo comenzó por fingir un poquito y cuando se dio cuenta ya no podía ser ella misma sino completamente en soledad, entonces comenzó a preferirla. Por lo mismo siguió caminando hasta el comedor vacío donde antes había tanto movimiento y color, que ahora era perfecto para seguir jugando, mirar como las mesas se transforman en enormes barcas y las sillas en salvavidas o remos, como la líder de la expedición vikinga siempre sería ella y como el viento no podía impedir que llevara vestido con orgullo, porque no hay nada más cómodo que una falda o un vestido, con casco y cachos, y un hacha por supuesto.
Luego siguió caminando hasta el gimnasio, las altas barras que siempre la superaron, la colchoneta enorme, la barra de equilibrio ya no se veían tan amenazadoras, eran objetos gentiles, sin la presencia de la masa dominante de niñas bien equipadas y dotadas en lo deportivo. Así opinó que lo mejor era jugar un rato y seguir de largo, no le incomodaba, en cualquier caso, sacar sus zapatillas y calcetines blancos con volados para así sentir la madera, flexible especialmente hecha para correr y saltar, para golpearse una y otra vez y no sentir lo duro que es el piso.
Al salir al pasillo a niña recordó un acontecimiento acaecido hace pocos meses en el lugar. Había un juego que ella soñaba con jugar, pero nunca se atrevía, "el caballito de bronce", nombre particular que nunca comprendió: trataba de algunas niñas que agachadas y tomadas en firme unión con la que iba frente a ella, recibían sobre sus espaldas a otras niñas que saltaban como si estuvieran en un caballete; ella como siempre disfrutaba mirando el juego, pero temía hacer el ridículo si se unía por su poca fuerza física y vigor y se abstenía de hacer cualquier cosa, por lo mismo en ese momento se instalaba en la ventana, y sonreía tranquila al ver las risas y comentarios de sus compañeras, cuando una de ellas decidió lanzase con todo, gran fuerza en la ejecución, perfecto salto, pero la coordinación de las otras no pareció tan perfecta, el equilibrio se perdió y la cadena se desplomó con fuerza, dejando la mano de la ejecutante en la el vidrio recién reventado por el codo de otra. La multitud palideció, los gritos alocados llenaron el lugar, el llanto, la mano atravesada por el cristal, la sangre, lo adultos que corrían. Y la niña, que no tenía miedo, que más allá del miedo miraba interesada más que nunca, el asunto era interesante, incluso divertido, pero se cuidó de no revelar estas palabras. Se cuidó de no reír, se cuidó de preguntar porque corrían y no se ocupaban de arreglar el asunto, o no se ocupaba de ver lo hermoso que era el cristal roto en vez del completo.
La compañera ahora estaba bien aunque con reposo de la mano por un tiempo, todas se turnaban para escribir en su cuaderno, incluso ella, y así el incidente había terminado. Dejando un tembloroso sentimiento en su corazón… un sentimiento sólo eso.
Siguió caminando hasta el camarín, lugar alejado y silencioso que solía estar bajo llave, pero esta vez no era así, abrió poco a poco la reja corrediza subiendo los peldaños lentamente como temiendo encontrarse con un ser misterioso, pero no había nada. Solo el olor a cloro y detergente de fin de semana cuando no se encontraba el bullicio habitual, la mallas azules dejadas al olvido, los bolsos abiertos con confianza de que al volver se podía mirar y encontrar todo en su lugar, los secretos de las mayores con los jóvenes del colegio masculino e incluso las pequeñas cartas, que algunas no querían las demás vieran, mientras las dejaban con cuidado en las mochilas de sus compañeras, que sin temor al prejuicio y sin saber que esto era pecado verdadero, se escondían unos minutos atrasándose para la siguiente clase, en una de la duchas correderas, tomadas de las manos e incluso de algo más.
Pero todo esto le era casi ajeno, ella imaginaba y unía los puntos en la historia pero jamás era la protagonista más que en su imaginación, no más que en este día, parecía tan quieto y angustioso, ese día la bondad de la luz no la alcanzaba, misteriosamente.
Mirando la pared posterior del camarín vio por primera vez una pequeña puerta entreabierta desde la cual los colores anaranjados de sus pasillos parecían relucir por el sol. Poco a poco la niña se atrevió a acercarse, lentamente y abrirla completamente, las columnas de estilo carmelita parecían llevar a la parte prohibida para ellas, el convento que existía en un lado. Impactada por la cálida sensación del lugar, la niña decidió sentarse y meditar, pero el cansancio del juego hizo que sus ojos lentamente se cerraran, y el sol le dio manto ideal y luego de unos minutos de infructuosas cavilaciones su mente se alejó para caer en sueño profundo.
Minutos pasaron, horas pasaron mientras la niña sentía el calor de la tarde, pero pronto los rayos que caían graciosamente sobre sus hombros desaparecieron dejando a l ocaso en su lugar, y adivinando el frio, la niña abrió sus ojos para encontrarse con una película azul, que lo llenaba todo. Desesperada busco la puerta de salida más ya estaba cerrada con llave, se preguntó levemente quien podría haberla cerrado sin despertarla, pero en el momento una escalera en forma de caracol ascendía en dirección al techo. Y a una salida probable.
La niña sintió que un escalofrió recorría su espalda, la confianza y seguridad que sentía en la soledad se fue apagando y dio paso al caos y al temor, decidió correr escalera arriba, a pesar de los golpes fuertes que sintió en algún lugar y llegando hasta el tope de la escalera, vio una puerta entreabierta y salió a techo de la escuela, estrellas por montones, el cinturón de Orión, o las tres Marías como su nombre, la calidez conocida de las noches de verano, y un poco de brisa, por eso hubiese deseado llevar con ella un chaleco. Desde ahí la visión del patio, la luces de las salas, a lo lejos las puertas conocidas, y al fin y al cabo las caras de sus padres dentro de la sala saliendo de reunión. El alivio la embargó, desde ahí podría gritarles que la ayudaran, que se encontraba sin salida, y su madre la retaría un poco antes de darle un beso y enviarla a dormir segura y caliente en su casa.
Pero en ese momento descubrió con el rabillo del ojo una sombra abajo acostada, recostada en una banca, una figura humana, la figura de una niña, algo en ella la molestaba, no parecía llevar nada sobre ella, parecía estar desnuda, con seguridad estaba desnuda. El extraño caso le llamó la atención acercándose por la cornisa hasta el lugar poco a poco con miedo y ansiedad, la niña de la banca no se movía, y es más el color de su piel era cada vez más rojo … la verdad es que el color no era de la piel, sino la falta de esta, en cada centímetro del cuerpo de la segunda niña. La falta completa de piel, un cuerpo convertido en músculo y sangre.
Palideciendo la niña no supo que hacer ni que pensar, se dedicó a tratar de no respirar de no hacer movimiento alguno como si eso detuviera el tiempo para pensar, para anular, para omitir, o devolverlo. Cuando por fin comprendió el miedo real sus piernas sin fuerza temblaban así como sus manos y su boca, en una visión sin consuelo, un final desgarrador y trágico, el horror visto en vivo y en directo. Y luego el ruido. Y luego el sudor.
Caminando hacia ella una sombra, que cada vez era más clara, entonces el hombre y luego el negro.
Silencio, la niña pide silencio para despertar, la niña se lanza del tejado, la niña se eleva.
-¡Despierta!
Pesadilla recurrente, humedad y falta de respiración, miro la cama mojada por el sudor, y pienso en la niña, definitivamente después de la primera vez, ya no hay manera de volver atrás.
El reencuentro con el horror tuvo lugar muchas veces más que ésta, pero ella la más significativa, pues al otro día al volver a la escuela la niña de la banca, ahora en su piel y con normalidad sentada y callada era abrazada por la multitud de compañeras, mientras se le informaba con dificultad que su padre había muerto, pues para una pequeña la muerte era un concepto inimaginable. Es decir, para todas las niñas lo era menos para aquella en el vestido blanco y rojo con las mejillas ardientes.
13 de mayo de 2010
en progreso
en progreso
Ciudad caminante
Mientras el paso del ritmo de lento a acelerado, marca los lugares con más peligro de la ciudad, los lugares más oscuros que irán penetrando en el ánimo del protagonista, la ciudad caminante avanza sin detener mirada más de 3 segundos por parte. La ciudad despertó en cuerpo humano, carne dolorosa, los daños ciudadanos llevan tantos años en su cuerpo que el dolor no parece más que el paso del tiempo, la aparición de una arruga, el pequeño movimiento imperceptible.
La ciudad adquiere una nueva conciencia, que no es la del lenguaje. El lenguaje humano, por lo menos, es como si fuera chino mandarín en África para la ciudad, éste no le alcanza para expresar. Su lenguaje es un ser distinto en ella, se desliza a su lado, cual rastrera dándose a conocer a través del movimiento, lo que sea que piense, que no se nos muestra, es interpretado como una sombra flexible. La sombra se alimenta de la ciudad, se conecta. La ciudad se limita a observar, extrañada, las significancias de su forma, sus secciones, separadas de un mismo cuerpo por el hombre. El hombre lo hizo de a poco, despacio, un centímetro por vez, por lo mismo no hay manera de entender, las crónicas de lo arrancado se han perdido dando paso a la incertidumbre. Mientras avanza, paso firme.
Parte A se mueve, Parte B más lento.
Parte A ciudad dividida.
Parte B sombra.
Partes de la parte, cada una en su caja clasificada. Se quieren escapar para tener sentido, la ciudad impide, sabe que es desgaste, por eso observa.
Parte A se ve gastada, cual adulto envejecido, corroída, se mueve despacio pero estable, parece llevar rumbo decidido. Mira las luces en esquizofrénico movimiento, como intentando descartar su significado, sus ojos no reflejan los colores, no reflejan líneas de colores que tiñen cada espacio, derivados de los grises, miles. Visión de los rojos, cada vez más parecidos a la sangre.
Sus ojos no reflejan al colgado en la ventana del edificio, si su sonrisa conciliatoria, si su ojos desorbitados, su expresión de alivio.
De colores, la ciudad se mueve en forma inversa a la que camina, así el movimiento parece aún más rápido, nervioso poco delineado, la ciudad no tiene líneas rectas, son miles de líneas que se dibujan alrededor, se mueven buscando como dedos hambrientos aferrándose a lo que sea, desgarrando la forma de lo que sea que intentan dibujar, modificando. Siguen unificando, separando, elastizando . Movimiento, he ahí el concepto, líneas, puntos en movimiento.
Camina en dirección poniente, se encuentra con la calle indiferente, la densidad del vapor va aumentando ya no se ve lo que tiene enfrente, las partes humanas se mezclan, pero al mismo tiempo permanecen separadas, cabezas brazos, tienen autonomía o forman monstruos, de la repetición de las partes. Ojo con ojo, brazo con ojo, brazo con brazo.
Se separan y vuelven a ser cuerpos, zombies caminantes, maletines,
Justo en el medio de la ciudad
La bolsa:
- el valor de la UF.
- no se lo que es la UF.
-no se lo que es el dinero.
-no se, especula.
La ciudad se mueve mirando valores, no entiende, como funciona, el intercambio, el valor, no entiende como se mueven los intercambios. El estómago de la ciudad arde, la cabeza de la ciudad arde, la comprensión no llega, no hay lugar para palabras, no hay conceptos, el ardor se mueve con sentimiento propio incluso en los pies hay partes que arden.
Comienza a doler las heridas guardadas, la sangre poca al comienzo, brota dejando estelas de caminos por visitar.
Oficinista:
- conversación por celular, conversación por celular.
- papeles, timbres, impuestos, soledad interpretada como vacío, soledad interpretada como muerte en la cama, bolsa plástica.
Gerente:
- soy importante.
- me río como un cretino.
- tomo latte, dos de azúcar, oye tú, dos de azúcar.
Hombre caminante:
- soy ingenuo me suprimo. No conozco la historia, no conozco la política, no valgo nada ni podría ayudar en nada, mi voto, mi mano no sirve. No hablo, más que cuando es necesario, tengo miedo de expresar opinión que cambia, constantemente influida por quien esté al mando, o más bien por quien no lo está.
Junior mujer:
- soy un vehículo.
- soy invisible.
Sonrisas forzadas, vehículos. Sonrisas por miles. Luego silencio, cada vez seres más oscuros.
Perros, muchos perros sin raza distintiva siguen caminando, perros con cara humana, esperan la luz para cruzar, te ladran, te siguen, te ladran, la gente mira, cuchichea.
Como si la atmósfera hablara los seres se vuelven más oscuros, la niebla espesa nuevamente. Los seres se derriten, todos gritan, algunos gritan, otros asumen, la mayoría asume, todos asumen. Vuelve la neblina.
Ciudad camina, toca la suciedad, miren las líneas que o limpia la escoba, el polvo se moviliza, no desaparece. Sus heridas se vuelven más sucias, irradian, hieden.
La ciudad camina al oriente, indiferencia en los ojos de los hombres, que se deforman en un grito a ver un ser oscuro. La sombra se transforma en hombre del poniente, insatisfecho, hambriento, se alimenta de la indiferencia transformada en miedo.
-¡Encarcelen al hombre monstruo!
-¡Maten al hombre monstruo!
Gritos, propuestas formales, nombres, nombres de hombres de poder. La ciudad se repliega. Han capturado a su lengua.
La ciudad se queda estática, recuerda su esencia regresa, comienza a temblar, los mismos recovecos descubiertos en el recorrido se hacen más precisos más profundos. Las paredes comienzan a ceder. La ciudad envejece y los hombres se hacen polvo.
Ciudad caminante
Mientras el paso del ritmo de lento a acelerado, marca los lugares con más peligro de la ciudad, los lugares más oscuros que irán penetrando en el ánimo del protagonista, la ciudad caminante avanza sin detener mirada más de 3 segundos por parte. La ciudad despertó en cuerpo humano, carne dolorosa, los daños ciudadanos llevan tantos años en su cuerpo que el dolor no parece más que el paso del tiempo, la aparición de una arruga, el pequeño movimiento imperceptible.
La ciudad adquiere una nueva conciencia, que no es la del lenguaje. El lenguaje humano, por lo menos, es como si fuera chino mandarín en África para la ciudad, éste no le alcanza para expresar. Su lenguaje es un ser distinto en ella, se desliza a su lado, cual rastrera dándose a conocer a través del movimiento, lo que sea que piense, que no se nos muestra, es interpretado como una sombra flexible. La sombra se alimenta de la ciudad, se conecta. La ciudad se limita a observar, extrañada, las significancias de su forma, sus secciones, separadas de un mismo cuerpo por el hombre. El hombre lo hizo de a poco, despacio, un centímetro por vez, por lo mismo no hay manera de entender, las crónicas de lo arrancado se han perdido dando paso a la incertidumbre. Mientras avanza, paso firme.
Parte A se mueve, Parte B más lento.
Parte A ciudad dividida.
Parte B sombra.
Partes de la parte, cada una en su caja clasificada. Se quieren escapar para tener sentido, la ciudad impide, sabe que es desgaste, por eso observa.
Parte A se ve gastada, cual adulto envejecido, corroída, se mueve despacio pero estable, parece llevar rumbo decidido. Mira las luces en esquizofrénico movimiento, como intentando descartar su significado, sus ojos no reflejan los colores, no reflejan líneas de colores que tiñen cada espacio, derivados de los grises, miles. Visión de los rojos, cada vez más parecidos a la sangre.
Sus ojos no reflejan al colgado en la ventana del edificio, si su sonrisa conciliatoria, si su ojos desorbitados, su expresión de alivio.
De colores, la ciudad se mueve en forma inversa a la que camina, así el movimiento parece aún más rápido, nervioso poco delineado, la ciudad no tiene líneas rectas, son miles de líneas que se dibujan alrededor, se mueven buscando como dedos hambrientos aferrándose a lo que sea, desgarrando la forma de lo que sea que intentan dibujar, modificando. Siguen unificando, separando, elastizando . Movimiento, he ahí el concepto, líneas, puntos en movimiento.
Camina en dirección poniente, se encuentra con la calle indiferente, la densidad del vapor va aumentando ya no se ve lo que tiene enfrente, las partes humanas se mezclan, pero al mismo tiempo permanecen separadas, cabezas brazos, tienen autonomía o forman monstruos, de la repetición de las partes. Ojo con ojo, brazo con ojo, brazo con brazo.
Se separan y vuelven a ser cuerpos, zombies caminantes, maletines,
Justo en el medio de la ciudad
La bolsa:
- el valor de la UF.
- no se lo que es la UF.
-no se lo que es el dinero.
-no se, especula.
La ciudad se mueve mirando valores, no entiende, como funciona, el intercambio, el valor, no entiende como se mueven los intercambios. El estómago de la ciudad arde, la cabeza de la ciudad arde, la comprensión no llega, no hay lugar para palabras, no hay conceptos, el ardor se mueve con sentimiento propio incluso en los pies hay partes que arden.
Comienza a doler las heridas guardadas, la sangre poca al comienzo, brota dejando estelas de caminos por visitar.
Oficinista:
- conversación por celular, conversación por celular.
- papeles, timbres, impuestos, soledad interpretada como vacío, soledad interpretada como muerte en la cama, bolsa plástica.
Gerente:
- soy importante.
- me río como un cretino.
- tomo latte, dos de azúcar, oye tú, dos de azúcar.
Hombre caminante:
- soy ingenuo me suprimo. No conozco la historia, no conozco la política, no valgo nada ni podría ayudar en nada, mi voto, mi mano no sirve. No hablo, más que cuando es necesario, tengo miedo de expresar opinión que cambia, constantemente influida por quien esté al mando, o más bien por quien no lo está.
Junior mujer:
- soy un vehículo.
- soy invisible.
Sonrisas forzadas, vehículos. Sonrisas por miles. Luego silencio, cada vez seres más oscuros.
Perros, muchos perros sin raza distintiva siguen caminando, perros con cara humana, esperan la luz para cruzar, te ladran, te siguen, te ladran, la gente mira, cuchichea.
Como si la atmósfera hablara los seres se vuelven más oscuros, la niebla espesa nuevamente. Los seres se derriten, todos gritan, algunos gritan, otros asumen, la mayoría asume, todos asumen. Vuelve la neblina.
Ciudad camina, toca la suciedad, miren las líneas que o limpia la escoba, el polvo se moviliza, no desaparece. Sus heridas se vuelven más sucias, irradian, hieden.
La ciudad camina al oriente, indiferencia en los ojos de los hombres, que se deforman en un grito a ver un ser oscuro. La sombra se transforma en hombre del poniente, insatisfecho, hambriento, se alimenta de la indiferencia transformada en miedo.
-¡Encarcelen al hombre monstruo!
-¡Maten al hombre monstruo!
Gritos, propuestas formales, nombres, nombres de hombres de poder. La ciudad se repliega. Han capturado a su lengua.
La ciudad se queda estática, recuerda su esencia regresa, comienza a temblar, los mismos recovecos descubiertos en el recorrido se hacen más precisos más profundos. Las paredes comienzan a ceder. La ciudad envejece y los hombres se hacen polvo.
Encore
me toco los ojos
parece manía
tocar ojos, pómulos
maldecir
usando las peores palabras posibles
seguir jugando
sentir el olor del tiempo
pasando sin dejar huella
seguir jugando
pretender aparecer
en pantalla
seguramente
mi sistema
no es en tiempo real
jugador
no pienses tanto
x
funciona todo el tiempo
que bueno que si muero
no hay colas de fénix
ni soy el personaje principal de la historia
planes
plutón
seco
desplazado
identificado
oscuro
mio
plutón
nuevamente desplazado
tienes para mi la gracia
mayor
permanece
callado
en la sombra
planea
as usual
mientras escribía acerca de la ciudad
la mente en blanco as usual
me distraigo escribiendo esto
sin sentido casual
es un descanso a mis dedos comelones
siguen tipeando
pero con relajo tropical
sienten sus huesos cayudos
de tanto control, tanto mouse
tanta mentira
ya los juegos no exigen comandos de verdad
avanza por el mapa
descubre que ya no duele nada
grafema
si las ganas de vomitar
ánimo vencido
dolor de cabeza
te permiten mover el dedo
pequeño del pie
la uña
que sube en cascadas
para seguir molestando en tu cabeza
toca las teclas
siente la bienvenida
WELCOME
llene la pauta
acá, allá, acá, allá
firme
este es el testimonio de su vida
letras separadas de su significado
si sigues escribiendo
se darán cuenta
de lo poco que te importa
seguir entonando el himno
de la lampara infinita
para pasar a tomar la cabeza y separarla en tres partes
quedarte con dos y la otra echarla a la basura
ojalá la recoja dueño cariñoso
y haga con ella algo más útil de lo que hice
cariñitos
la utiliza en la espalda como alerón
se eleva deja el grafema
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